Antígona era hija de Edipo y Yocasta y hermana de Ismene, Eteocles y Polinices. Acompañó a su padre Edipo (rey de Tebas) al exilio y, a su muerte, regresó a la ciudad.
En el mito, los dos hermanos varones de Antígona se encuentran constantemente luchando por el trono de Tebas (debido una maldición que su padre había lanzado contra ellos). Se suponía que Eteocles y Polinices se iban a turnar el trono periódicamente, pero, en algún momento, Eteocles decidió quedarse en el poder después de cumplido su período, con lo que se desencadenó una guerra y, ofendido Polinices fue en busca de ayuda en una ciudad vecina. Así armó un ejército y regresó para reclamar lo que era suyo. La guerra concluyó con la muerte de los dos hermanos, cada uno a manos del otro, como decía la profecía. Creonte entonces se conviertió en rey de Tebas y dictaminó que, por haber traicionado a su patria, Polinices no sería enterrado dignamente y se dejaría a las afueras de la ciudad al arbitrio de los cuervos y los perros.
En el mito, los dos hermanos varones de Antígona se encuentran constantemente luchando por el trono de Tebas (debido una maldición que su padre había lanzado contra ellos). Se suponía que Eteocles y Polinices se iban a turnar el trono periódicamente, pero, en algún momento, Eteocles decidió quedarse en el poder después de cumplido su período, con lo que se desencadenó una guerra y, ofendido Polinices fue en busca de ayuda en una ciudad vecina. Así armó un ejército y regresó para reclamar lo que era suyo. La guerra concluyó con la muerte de los dos hermanos, cada uno a manos del otro, como decía la profecía. Creonte entonces se conviertió en rey de Tebas y dictaminó que, por haber traicionado a su patria, Polinices no sería enterrado dignamente y se dejaría a las afueras de la ciudad al arbitrio de los cuervos y los perros.
Los honores fúnebres eran muy importantes para los griegos, pues el alma de un cuerpo que no era enterrado estaba condenada a vagar por la tierra eternamente (era norma divina que los muertos fueran enterrados). Por tal razón, Antígona decidió enterrar a su hermano y realizar sobre su cuerpo los correspondientes ritos, rebelándose, así, contra Creonte, su tío y suegro (pues estaba comprometida con Hemón, hijo de aquel). La desobediencia acarreó para Antígona su propia muerte: condenada a ser enterrada viva, evitó el suplicio ahorcándose. Por otra parte, la muerte de Hemón, que al entrar en la cripta en la que había sido puesta Antígona, con el objetivo de salvarla, al verla muerta, se atravesó con la espada y Eurídice, esposa de Creonte y madre de Hemón, se suicidó al saber que su hijo había muerto. Esto provocó un profundo sufrimiento en Creonte, quien, finalmente, se dió cuenta de su error, pues, orgulloso, había decidido mantener su soberanía por encima de todos los valores religiosos y familiares, lo que había llevado su propia desdicha.
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